Iniciándome en el VisualThinking a través de #VisualMooc
Con la llegada de las vacaciones de Navidad ha comenzado el nuevo MOCC de Educalab sobre Visual Thinking, el cual, al igual que una parte importante de miembros de mi PLE, me he animado a realizar.
Dentro de la primera semana del mismo se nos pedía que, por un lado, reflejáramos gráficamente cómo es nuestro pensamiento y, por otro, que reflexionáramos sobre el concepto de Visual Thinking y qué posibilidades de aplicación puede tener en nuestra vida personal y profesional.
Desde muy pequeño me gustó garabatear y no eran pocas las clases en las que mi mente se evadía del tedioso mundo de los contenidos por medio de trazos y dibujos que, en muchas ocasiones, me servían para intentar memorizar (por desgracia eso es lo que se me pedía) aquello que con ahínco trataban de trasladarme muchos de mis profesores. No fueron pocos los que me decían que tenía memoria fotográfica, pero yo no creía en eso, yo pensaba, más bien, que aquello que esquematizaba, dibujaba o representaba de forma gráfica era mejor asimilado por mi cerebro.
Es por ello que desde primaria (a escondidas, pues estaba mal visto por los ortodoxos de la “educación”) y, sobre todo, en mi etapa universitaria, siempre usé mucho algo parecido a lo que ahora conozco como visual thinking, sin técnica y sin táctica, aunque yo lo llamaba resumir o hacer esquemas.
Fue en mi primer contacto con la universidad, al empezar a estudiar magisterio, cuando algo que sorprendentemente no me habían explicado antes, me cautivó. Aquello no era otra cosa que los mapas conceptuales. Me encantaba tener que exponer mis ideas o explicar algún tema con ayuda de transparencias hechas a mano con rotuladores permanentes. Aquello fue un verdadero descubrimiento. Tras ello cayeron en mis manos transparencias en las cuales se podía imprimir y, a los trazos manuales pude añadir algunos diseños de ordenador, hechos con Paint, PowerPoint, draw3d, etc.
Lo anterior puede llevar a pensar que soy bueno en el dibujo, o que mis bocetos y mapas conceptuales eran muy buenos. Sinceramente no pienso eso, pero si tenían un gran valor; me servían para aprender, para sintetizar, para globalizar aspectos que debía aprender y explicar. Es por ello, que en mi tesis doctoral, de naturaleza cualitativa, me animé a representar de forma gráfica mis conclusiones y evidencias, pues debido a la variedad de herramientas de recogida de datos que usé, creí que para el lector, principalmente para el tribunal evaluador, iba a resultar difícil percibir de forma global el proceso de investigación seguido y los resultados obtenidos. Aquello me gustó, fui capaz de reflejar en un mapa conceptual el trabajo de seis años. Nuevamente no es que fuera algo muy bueno o espectacular, sino que me servía para entender, expresar y comunicar.
Y aquí estoy, tras una experiencia pequeña con el VisualThinking a través de una EduPill, los mapas conceptuales comenzaron a tener menos texto y más peso iconográfico. Me animé a usarlo con mi alumnado y pude comprobar que los resultados eran excelentes, no sólo por el hecho de tener que repensar el conocimiento para representarlo, sino por la capacidad de reflexión que a través de ese proceso se genera.
Por todo lo anterior, estoy plenamente convencido del poder del pensamiento visual, de las ventajas que ofrece en el mundo educativo y de las posibilidades que nos permite para avanzar en el cambio de paradigma educativo, para sobrepasar el paradigma de los contenidos para centrarnos en el aprendizaje vivenciado y competencial.
Por último, y respondiendo a una de las actividades de la primera semana del MOOC, comparto con todos vosotros el boceto de mi pensamiento. Un pensamiento, cada vez más influido por mi PLE y del cual me retroalimento continuamente. Un pensamiento que entiende que el conocimiento es, hoy en día, más líquido que nunca y que no puede estar encerrado entre las paredes de un aula, ni en las páginas de un libro de texto.
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