El muro infranqueable

Tras mucho tiempo vuelvo a pasearme por este espacio de reflexión, por este rincón en el que, a veces en rol reivindicativo y otras, como hoy, en modo desahogo, vuelco mis pensamientos sobre La Escuela, sobre el rol docente, en definitiva, sobre Educación. 

Por las fechas en que estamos, imaginaréis que el estrés docente es elevado, pero no supera en absoluto a la satisfacción con la que desde un tiempo afronto esta hermosa aventura que es ser maestro, sobre todo, cuando observas que las chicas y los chicos que han compartido su tiempo contigo evolucionan como personas. 

El desasosiego que hoy me trae aquí está relacionado con la evaluación, o más bien dicho, con "¿por qué lo llaman evaluación cuando quieren decir calificación?. Que dos conceptos más alejados el uno del otro, que inclusivo, orientador y constructivo es el primero y que finalista y excluyente el segundo. 

Sí, lo se, conocedor como soy de la ley, estamos obligados a calificar, pero nadie nos dijo, ni nos dice, que es el fin último y más importante de nuestra labor. Claro que el sistema, su supervisión y las teorías implícitas de las personas que lo construyen y desarrollan, están tan orientadas a la motivación extrínseca (véase el consumismo deshacerbado de nuestra sociedad) que observan desde una atalaya muy lejana la imperiosa necesidad de evaluar más y calificar menos, de poner más adjetivos al proceso y menos nombres al resultado. La verdad, desde allí arriba, pues la posición calificadora, sin duda, te permite estar por encima del bien y del mal, se deben ver las cosas con tanta claridad, que parece que la reflexión, la autoevaluación y, por qué no, la crítica están fuera de todo lugar.

No en vano, existe un síndrome que podríamos llamar EXAC (Exceso de actividad calificadora), solamente comparable con el ACC (Actividad calificadora compulsiva), que entiende el proceso de enseñanza (no de enseñanza-aprendizaje) como un continuum cuantitativo que va del 0 al 10, pasando por todos y cada uno de los decimales que entre ambos guarismos caben. De todos es sabido que un 3,87 visto mucho más que un 4, y, por supuesto, otorga mucho más valor a una materia y a su calificador.

Pero, volviendo al tema de la autocrítica. Resulta que desde los síndrome anteriormente citados, se tiende a entender la realidad "educativa" en base a dos roles principales: "enseñar" y "estudiar". Enseñar (entiéndase como la transmisión de saberes de reconocido valor para el enseñante) y Estudiar (entiéndase como la memorización de datos, técnicas, trucos y algoritmos encaminados a obtener una buena calificación). Bajo esta realidad, el "Enseñar" es labor directa del agente calificador y el "Estudiar" (ya si eso aprender) responsabilidad única, personal e intransferible del alumnado.

Esta interpretación de la realidad da lugar a frases de profundo calado científico como: "....no da para más", "a mi no me llega para el aprobado", "su hermano/a, padre/madre eran iguales", "este chico es de un 5 (o cualquier otro valor comprendido entre el 0 y el 10, aunque aquí, para ser honestos, no se suelen usar decimales)", "es que es muy cortito/a....", etc.

Llegamos así, a las sesiones de evaluación, que, siempre bajo mi punto de vista, conforme avanzamos en edad del alumnado, más alejadas de su objetivo de encuentran. Ese lugar de encuentro y convivencia en la que, en diferentes tonalidades, timbres y entonaciones, se cantan notas. Es cierto que cada vez conozco, vivo y llegan a mis oídos, experiencias que van más allá del canto a Capella de las mismas, y que hay osados y osadas que pretenden hablar de la salud emocional del alumnado, que pretenden analizar el porqué de determinados resultados yendo más allá del "no estudian" o que simplemente reclaman un análisis más cualitativo del proceso que nos ha llevado a esa reunión. Pero, por desgracia y, de nuevo, bajo mi punto de vista, son "Rara Avis".

En ese canto de notas, en esa alegoría calificadora y clasificatoria, en la que todo son prisas y registros numéricos ¿qué espacio dejamos para el proceso?¿qué lugar ocupan LAS PERSONAS que son juzgadas?¿Dónde queda el análisis del camino que nos ha llevado allí (rol docente, metodología usada, instrumentos, técnicas y procedimientos de evaluación?¿qué cuota de protagonismo tiene la autoevaluación docente?

Como siempre, y al igual que hago con mi alumnado, dejo más preguntas que respuestas, pues cada uno de vosotros y vosotras tendrá las suyas y, buen seguro, mucho más válidas y acertadas que las mías.

Llego al final, como empecé y, una vez más, este espacio de reflexión me sirve de desahogo para soltar lastres y volver mañana a luchar, pues nunca olvidaré que #otraeducacionesposible. 

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